La historia mexicana en México ¿repartida por autores?
Como metáfora del conocimiento, la agraria indica el campo que nos apropiamos. Unos trabajan el "campo de la historia" y otros el de la ciencia política. Pero en México más que por campo, los historiadores se definen por sus parcelas. Así, unos son dueños del Porfiriato, mientras otros lo son de la época villista. Verdaderos personajes como la historiadora oficialista Josefina Mac Gregor se definen por su postura "anti". Ella es antihuertista, es decir, totalmente oficialista. Hablar mal de Victoriano Huerta la ha convertido en historiadora reconocida, pero no en mejor historiadora.
Su gran aportación fue trabajar durante meses –o años– los archivos madrileños. Allí rescató los materiales del ministro Bernardo Cólogan y Cólogan, y leyó algunos periódicos. Dudo que completos: en aquél entonces no estaban en línea. Era por tanto difícil dedicarle demasiado tiempo a la lectura profunda de un periódico, durante un periodo determinado. Pero lo novedoso de su trabajo ha dejado de serlo. Años atrás, cuando estuve en Madrid, encontré que otro historiador, me parece que de Veracruz, había trabajado el mismo archivo. Lo sé porque se quedaron boletas de documentos cuyas fotocopias él había solicitado.
El sistema de fotocopiado, todavía en el momento de mi trabajo, era difícil y tardado. Pero en ese material, si se trabaja desde la perspectiva histórica, se observan ciertas tendencias. Por ejemplo, Cólogan habló maravillas de Huerta y, tras escucharlo decir que no se debía confiar en los españoles, cambió su discurso. Huerta nunca supo que Cólogan lo había escuchado. Pero lo interesante para mí fue ver cómo conforme pasaban los meses de su interinato, Huerta bebía más y más (esto lo reportó Cólogan en su correspondencia). Al inicio, Huerta bebía por costumbre. Luego, frustrado porque el presidente estadounidense Woodrow Wilson no le permitía avanzar en sus ataques contra los villistas y carrancistas, se abismó en el alcohol.
¿Cómo llegó a frustrar a los huertistas, el presidente norteamericano? Enviaba órdenes directas a los barcos de guerra estadounidenses a ambos lados de la costa, para que apoyaran a los carrancistas. Una noche, cuando se enfrentaban huertistas y carrancistas en Guaymas, cito un caso, el buque estadounidense surto en la bahía prendió sus faros. Con ellos mostró dónde estaban los huertistas. No fue hasta que el capitán mexicano ordenó al buque apagar sus reflectores, que el barco las desconectó.
Pese a que los norteamericanos ayudaron de múltiples maneras a los carrancistas, estos no se imponían; carecían del entrenamiento necesario para derrotar a Huerta. Dadas las circunstancias, y que el tiempo corría, Wilson invadió Veracruz y se apoderó de su aduana. Suena terrible porque a todos nos enseñaron lo grandioso que era Carranza; hasta le hicieron un homenaje (lo leí en un periódico capitalino) a sus vísceras. Carranza no era un hombre de guerra, y nunca hubiera acabado, militarmente hablando, con Huerta sin la ayuda de los hombres de Wilson.
Hay otras cosas que historiadores norteamericanos han descubierto pero se desconocen. Vuelvo a los propietarios de las parcelas. Además de definirse como "antihuertista", Josefina Mac Gregor sentenció en una de sus conferencias (con una mueca de repudio como si fuera cometer una herejía) que no "defendería" al general. Pero, doctora Mac Gregor, ¿desde cuándo los historiadores "defendemos" a nuestros personajes? Tratamos al máximo de entenderlos, de calzar sus botas, de mostrar nuestra empatía, pero no de justificarlos (como usted parece acusarme). Menos de atacarlos.
Como la parcela de Mac Gregor es la del antihuertismo, declaro la mía empática-huertista. Advierto: Mac Gregor poco ha hecho más allá de citar archivos españoles. Existen muchos más en idiomas que seguramente no maneja y que presentan otras visiones más allá de la de Cólogan. El diplomático, de origen canario, ya se veía como embajador de España frente a México. Fue Venustiano Carranza, en aras de humillarlo, quien le pidió que firmara una carta en que acusaba a Huerta de cosas que no había hecho. Una misiva que desde entonces mostró el gobierno a todo aquél que se interesara por estudiar la guerra civil mexicana. Varias copias de esa carta se encuentran en el Archivo de Relaciones Exteriores, en la Ciudad de México.
Mientras el debate continúe, espero que nos acerquemos más a la verdad. Por lo pronto, doctora Mac Gregor, doy la cara y no me escondo tras las sombras del anonimato.